Como en el resto del cuerpo, la retina tiene arterias y venas que la nutren. Cuando existe una oclusión arterial en la retina, esta última deja de recibir la oxigenación y nutrición necesaria, y a no ser que se actúe de forma inmediata (antes de los 90 minutos) la retina afectada (que puede ser toda o una zona de la retina) dejaría de funcionar por lo cual se perdería la visión correspondiente de dicha zona.

En el caso de las oclusiones venosas retinales, la sangre que llega a la retina no puede ser drenada a través de sus venas por lo que se generan áreas de infartos y acumulación de líquido en el espesor retiniano, generando grandes distorsiones de la visión y baja visual.

Lo importante es reconocer que ante una baja visual repentina, indolora, es necesario acudir de forma urgente para valorar tratamientos disponibles en la actualidad.